Situado en el paraje de la Cabañuela, al final del sendero que lleva el mismo nombre, y a escasos metros de los restos de una antigua cortijada, descansando en este mirador podemos imaginar cómo fue la vida rural en parajes tan aislados y “duro” como éste, muy frecuentes en el conjunto de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas.

Aún pueden distinguirse los restos de antiguas terrazas de cultivo, destinadas a sembrados y huertas con abundantes frutales. Hoy quedan solo algunos viejos troncos de aquellos frutales, ya sin posibilidad de proveer nuevas cosechas y que pronto desaparecerán para siempre. A la agricultura, había que sumar una importante actividad ganadera que complementaba la alimentación de los habitantes y les aportaba ingresos extras gracias a la producción de lana, leche y carne.

El paisaje se completa con abundante serranía, en todas las direcciones, dificultando cualquier acceso a la zona. Los escarpes calcáreos son el elemento más repetido junto a los densos bosques de pinar y encinar. Geológicamente, si bien estos escarpes representan un terreno aparentemente invulnerable, han sido atacados por el agua a lo largo de los siglos, tanto para escavar estrechas gargantas (pueden verse a la espalda del mirador) como para horadar el interior en forma de cuevas subterráneas.